A raíz de la denuncia presentada contra el policía infiltrado en organizaciones secesionistas por haberse acostado con varias mujeres, resulta interesante examinar cómo está derivando el concepto de abusos y de violación.
Hace tiempo que se ha instalado la inadecuada idea en la sociedad, de que el sexo no es un acuerdo de ambas partes, sino un acto en el que la mujer es la única que tiene que consentir mientras que el consentimiento del hombre se da por hecho siempre.
Eso se ha basado en el hecho de que generalmente el hombre tiene un poder físico mayor que la mujer. Sin embargo hay casos en que por diversas circunstancias ( por ejemplo limitación de movilidad) el poder físico del hombre es menor que el de la mujer.
Presumir siempre el consentimiento del hombre al sexo es ignorar el derecho del hombre a negarse a una relación sexual.
Además se afirma que no vale con el mero consentimiento implícito o el no rechazo, sino que tiene que haber un consentimiento expreso. “Solo sí es sí”. Cualquier persona que se plantee eso con objetividad sabe que en la gran mayoría de los casos, el consentimiento expreso no se da hasta que ya se está realizando el sexo. Y eso no se debe a la voluntad de los hombres (¿Qué hombre no querría poder acercarse a una mujer y decirle si quiere acostarse con él?) sino al rechazo de las mujeres a cualquier oferta demasiado directa, para mantener las apariencias.
Pero se ha ido más allá y se plantean como violación situaciones en las que no se usa un poder físico, sino simplemente la suposición del poder físico como justificante de la no validez del consentimiento emitido por la mujer. Según ese criterio, si un mendigo de gran tamaño me pide dinero, yo podría acusarlo de hurto, ya que podría haber sido mi miedo subjetivo y sin ningún elemento de amenaza por parte del mendigo, lo que hubiera motivado esa entrega de dinero.
Pero no para ahí la cosa, porque el consentimiento no solo se exige para empezar la relación, sino durante la misma. Eso obligaría al hombre a una situación absurda en el que tendría que estar cada segundo de la relación pendiente de qué reacción tiene la mujer. Esto sumado a la necesidad de consentimiento explícito, implicaría que simplemente el que la mujer pusiera una cara de disgusto, convertiría la relación en no consentida.
Pero el feminismo ( no hace falta añadir radical porque todo feminismo actual es radical) no está contento con eso. En el futuro veremos que pretenden que el consentimiento no sea solo antes y durante sino también después. Si una mujer siente insatisfacción después del sexo eso significa que el sexo no ha sido consentido, porque no quería realmente.
La aplicación de la idea del derecho civil de los vicios del consentimiento a la relación sexual, que viendo como están las cosas seguro que se acaba planteando, es muy peligrosa.
¿Si un hombre se acuesta con una mujer diciendo que tiene mucha experiencia y no es verdad, ha producido con su engaño un error del consentimiento que anula este?
¿Y si el hombre dice que es millonario? ¿Y si dice que es soltero? ¿Y si dice que es independentista cuando en realidad es más español que el chocolate con churros?
¿Por qué ocurre esto?
Si alguien cree que todas estas tendencias del feminazismo no solo patrio sino universal, ocurren por casualidad o con la intención de favorecer a las mujeres, es que está muy perdido.
Como casi todas las tendencias woke actuales el origen está en el deseo de las élites de hacer imposibles las relaciones hombre – mujer. Y ello para reducir la natalidad de la población de los países occidentales.
Esta agenda no va a parar en sus exigencias. Cada paso atrás es la cesión de un terreno que no se va a recuperar. Por eso es esencial no cederlo.